Cuando el alma del cuerpo se desprende
y en el espacio asciende,
las bóvedas celestes escalando,
las almas de otros mundos interroga
y con ellas dialoga,
para volver al cuerpo sollozando:
sí, sollozando al ver de la materia
la asquerosa miseria,
con que la humanidad en su quebranto
arrastra tanta vanidad sin fruto,
olvidando el tributo
que tiene que rendir al camposanto.
Allí donde el “monarca y el mendigo”
uno de otro es amigo;
donde se acaban vanidad y encono
allí donde se junta al opulento
el haraposo hambriento
para dar a la tierra el mismo abono.
Allí todo es igual; ya en el Calvario;
y aunque distintos sus linajes sean
de hombres, mujeres, viejos y criaturas
en las noches obscuras
los fuegos fatuos 1 juntos se pasean.
NOTAS
Al mes siguiente de la muerte del autor, en el periódico “El Tucsonense” fechado el 7 de agosto de 1928, p. 4, se publicó este poema. Resulta sorprendente y admirable que el Gral. Álvaro Obregón, aparte de haber sido un gran político y militar, se diera tiempo para plasmar sus más hondos sentimientos a través de la poesía. El sonorense presentía su muerte, y convencido estaba de la debilidad e igualdad del ser humano.
1 Inflamaciones de fósforo y metano, principalmente, que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, formando pequeñas llamas que se ven arder en el aire, a poca distancia de la superficie del agua en lugares pantanosos y en cementerios.