GONZALO GUERRERO, EL CONQUISTADOR QUE SE VOLVIÓ MAYA Y LUCHÓ CONTRA LOS ESPAÑOLES

Después de destacarse como soldado en Granada, Gonzalo Guerrero se naturalizó como maya en Yucatán y peleó contra los conquistadores.

Cambiar de idioma. Modificar el cuerpo para pertenecer. Olvidarte de tu tierra natal. Incluso en pleno siglo XXI, cuando las distancias geográficas se han acortado, estos son retos difícilmente superables. En 1511, bajo el yugo del filtro cultural renacentista europeo, lograrlo es poco menos que una proeza deconstructiva. Después de 13 días de naufragio en el Caribe mexicano, a Gonzalo Guerrero no le quedó más opción que rendirse.

Gonzalo Guerrero nació en el condado andaluz de Huelva, en España. Se formó como soldado y como marino. Su primera hazaña como conquistador estaba enfocada en recuperar Granada, ocupada por los árabes desde el siglo XI. Su primera campaña fue en 1492, bajo el liderazgo de algunos de los conquistadores de su país. Vencieron. El mundo parecía suyo.

Su logro fue reconocido por todo el mundo cristiano. Bajo el ala del ejército español, cualquier cosa parecía posible. Nuevos mundos, nuevas tierras conquistadas. Para entonces, Guerrero ya sabía que la Corona estaba organizando expediciones a un lugar nunca antes conocido por Europa. No eran las Indias, sino algo completamente diferente. Con la convicción de que podría dominar ese territorio también, partió a Darién, Panamá en 1511.

Al tercer día de navegación, una tormenta terrible azotó los mares. La tripulación, que constaba de 18 hombres y dos mujeres originalmente, no contaba con esto. No estaban preparados. Cuando las aguas se apaciguaron, ya habían naufragado en Yucatán. De los 20 marineros que eran, sólo quedaron 8. No sabían en dónde estaban: sólo que el mar era mucho más claro que en las costas de Europa.

Fue entonces que tuvieron el primer contacto con los pobladores locales. Después de las agresiones, lo españoles no vencieron. Los cocomes (un clan maya) no tuvieron empacho en defender su territorio con todo lo que tenían. Sólo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, otro compañero suyo, sobrevivieron.

El camino para incorporarse a la sociedad maya fue duro. Primero lo esclavizaron, como parte del servicio al sacerdote de la ciudad-estado de Maní. Llevaba por nombre Teohom, y no le pareció que Gonzalo Guerrero fuera un sirviente tan poco dócil. Lo mandaba golpear para acallar sus peticiones rebeldes.

Este carácter le consiguió que entre dirigentes políticos se lo regalaran entre sí: no querían cargar con el peso de un esclavo desobediente, bruto, que no sabía su lugar en la sociedad. Finalmente llegó a manos del jefe de guerreros, Nacom, quien obedecía al cacicazgo del norte de la bahía de la actual Chetumal, al sureste de México. Entre ellos finalmente se entendieron.

Un día, mientras cruzaban el río Balam, a Nacom lo atacaron los caimanes. Para Gonzalo Guerrero hubiera sido la oportunidad perfecta para escapar. Sin embargo, estaba agradecido por el buen trato que el dirigente había tenido con él, y decidió matar al animal. Ése fue el pase para que el jefe de soldados le otorgara su categoría como hombre libre.

Para entonces, Gonzalo Guerrero ya hablaba maya. Conocía perfectamente la distribución política, religiosa y social de los cacicazgos locales. En lugar de regresar a España, el antiguo marino peninsular decidió quedarse ahí a formar una familia, iniciarse en los ritos locales y empezar, literalmente, de cero. Se tatuó grecas ceremoniales. Se perforó las orejas. Se cambió el nombre. Se naturalizó como un guerrero maya.

Para cuando Cortés pisó el sureste del país y comenzó la campaña que culminó en Tenochtitlan, Gonzalo Guerrero ya era un soldado reconocido ente los cacicazgos mayas. Incluso, al morir Nacom, él mismo lo asigna como su sucesor. Así, se casó con la hija de otro dirigente político, la princesa Zazil Há. Juntos tuvieron varios hijos e hijas. Una de ellas fue sacrificada en Chichén Itzá, para terminar con una plaga indomable de langostas.

Una vez que Cortés alcanzó la América continental, escuchó que había un par de hombres que compartían la fisonomía de los españoles recién desembarcados en el sureste de México.

Tras recibir la noticia, el conquistador envió un destacamento para rescatar tanto a Gonzalo Guerrero como a Jerónimo de Aguilar, con resultados distintos: mientras Aguilar se unió a Cortés y rápidamente se convirtió en uno de sus hombres fundamentales gracias a que entendía el maya y podía traducir al español, Guerrero se negó, explicando que tenía una familia maya y no podía volver con sus compatriotas.

En 1536, se enfrentó a las tropas de Lorenzo de Godoy mientras avanzaban en lo que hoy es Honduras. Los españoles no conocían el territorio. No sabían moverse en la selva. A pesar de eso, tenían artillería más pesada. En un combate a muerte, uno de sus compatriotas lo atravesó con una flecha, que le llegó al ombligo y le alcanzó el costado.

Sus compañeros mayas supieron en ese momento que la herida no iba a sanar. Por el contrario, tenía los minutos contados. Sus últimas palabras las dedicó a repartir a sus hijas entre sus soldados más allegados. Les pidió que las cuidaran, sin importar lo que pasara después. Por el respeto que le tenían, nadie se resistió a sus plegarias.

La empresa de la conquista del sureste siguió avanzando y los españoles que sí regresaron relatos a la Corona narran que, al morir, Gonzalo Guerrero estaba tatuado, perforado y vestía “como indio“. Sin embargo, conservaba su barba de “cristiano”.

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