Dios guarde en su seno a este famoso deportista; buen esposo, excelente padre de familia e inolvidable amigo, a quien siempre se le veía sonriente platicando alguna anécdota o chascarrillo. Y fue en un bar de ambiente marinero, cuando llegó a la barra, y después de saludar a los parroquianos, y al personal del establecimiento, ocupó uno de los banquillos.
A nuestro basquetbolista se le veía más optimista que de costumbre… Una de las meseras al verlo tan jovial se apresuró a preguntarle:
– ¿Y a ti qué te pasa, por qué vienes tan contento?
– ¡Ay, señora Bettina, si supieras lo que me pasa!
-¡Pues no, no tengo idea, platícame, no me tengas en ascuas!
-¡A ver, adivina por qué andaré así!
– ¿Te sacaste la lotería, verdad?
-¡No, es algo mejor, no tiene comparación con el dinero!
-¡Mmmm… Ah, ya sé, te agarraste a una pinchi vieja!
-¡Te volviste a equivocar, es algo más placentero todavía!
– ¡Algo mejor que el dinero y las mujeres! ¿Pues qué chingados podrá ser? ¿Me vas a decir sí o no?
-¡Bueno, cálmate, que se te puede subir l’azúcar. Te voy a decir pero con la condición de que no le cuentes a nadie!
-¡Te juro que a nadie le contaré, dime, dime!
¡Resulta que me vine al bar en el pesero, y cuando el conductor me dio la feria me sentí el hombre más maravilloso del mundo! ¡O sea, que el chofer me confundió con estudiante!