Por: Alejandro Jiménez Taboada.
El clamor por “volver a la normalidad” es cada vez mayor y sobra enumerar las razones. Pero dada la vulnerabilidad a la que la humanidad está expuesta, en aras del engaño en que vive, la citada normalidad reclama de una profunda transformación, para que se convierta en una nueva y mejor normalidad.
La experiencia producida por la pandemia que tiene al mundo de cabeza, confirma la imperante necesidad de replantear nuestro papel como especie humana en el planeta, al habernos convertido en la peor amenaza, para su desarrollo existencial armónico.
Se trata entonces de elevar nuestra puntería en cuanto a lo que buscamos y en el fondo somos y que nos lleva a prescindir gradualmente de velos tejidos con hilos de ignorancia. Ello irremediablemente ayuda a mejorar el rumbo, que es en fin de cuentas lo que más importa, para liberarnos del yugo de criterios literalmente obscuros y así lograr salir del atolladero en que estamos.
Ahondando, pongo sobre la mesa la experiencia de la pandemia actual y la interpretación que proyectan los que mayor responsabilidad tienen de la misma; argumentando que se trata de sucesos cíclicos inevitables, propios de las circunstancias a las que estamos supeditados, como resultado de nuestra condición humana. Algo así como un castigo al que nos tenemos que resignar, por el sólo hecho de ser lo que somos.
Bajo esta visión empobrecida, se nos niega la posibilidad de elegir toda otra opción, por edificante que nos parezca en términos integrales. Pero eso, está destinado a ser superado cuando el llamado de la conciencia engrandecida, logra imponerse y pongo el ejemplo de lo que estamos experimentando los mexicanos, con la transformación en curso.
Remato señalando que la principal causa de las calamidades que padecemos, obedecen a actividades “humanas irresponsables”, que se realizan en aras de una supuesta procuración de prosperidad, que en los hechos es promotora de pronunciadas asimetrías, en cuanto al acceso al bienestar, en lo que están implícitas las injusticias, el deterioro ambiental y la imperancia de la violencia en todos sus niveles y así el reconocimiento de esta realidad nos provoque un hondo malestar e inquietud, por otro lado tenemos que la solución a la problemática mas grave que enfrentamos como humanidad, está en nuestras manos y eso, de nuestra autoestima mantenerse a la alta, se convierte en nuestra mayor esperanza para superarla.