1918, LA GRIPE ESPAÑOLA (por si sirve de consuelo).
Por Arturo Meza Osuna.
En México gobernaba Venustiano Carranza que había logrado derrotar al usurpador Victoriano Huerta, se iniciaba la pacificación postrevolucionaria con una nueva Constitución, el mundo estaba patas arriba: Europa estaba en guerra, muchos países proclamaban su independencia –Finlandia, Chequia, Lituania, Estonia, Armenia, Georgia – y el mapa europeo cambiaba de manera acelerada, Rusia se estaba convirtiendo en la Unión Soviética, Francia e Inglaterra acorralaban a Alemania que perdía la guerra, el Imperio Otomano a punto de caer, los Estados Unidos mandaba tropas a apoyar a ingleses y alemanes.
No se sabe bien a bien donde empezó el brote de la pandemia, pero un inicio se estima en uno de los cuarteles del ejército norteamericano en Kansas de soldados que viajarían a Europa fueron quienes diseminaron la enfermedad que, contraria a las gripas estacionales invernales, se ensañaba contra las personas entre los 20 y 40 años, una franja de edad muy precisa a la que no se encontraba explicación. La enfermedad era terrible: fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, dificultades para respirar y hemorragias nasales que se complicaba con neumonías bacterianas de la que finalmente fallecían en menos de 48 horas.
Lenin lideraba la revolución rusa, los aliados preparaban el Pacto de Versalles que licenciaba las tropas alemanas. Nadie imaginaba la dimensión que tomaría ese brote de gripe sumamente agresiva. Los gobiernos involucrados en la guerra, prefirieron ocultar los contagios y el avance de la enfermedad, no era buena para la moral de las tropas ni para su posición estratégica en el combate, de tal manera que hubo censura patriótica de sus medios de comunicación, esto evitó y retrasó las medidas de prevención y de contención conocidas en la época, lo que redundó en una mortalidad impresionante hasta calcular los muertos en cerca de 50 millones en todo el mundo.
España que era de los países neutrales, fue de los primeros en sacar a la luz pública la realidad de la epidemia, en mayo del 18 el periódico ABC cabecea la noticia, de ahí el nombre injusto de “Gripe Española, el mal cundió en toda la sociedad a tal grado que el Rey Alfonso XIII fue afectado por la enfermedad y causó estragos en los servicios médicos. Luego siguieron otras ciudades y otros países que, cuando reaccionaron ya tenían el problema encima con el costo de vidas que ya se conoce. La enfermedad avanzaba a paso de ferrocarril y de trasatlántico.
Morían de gripe los pintores Egon Schiele, Gustav Klimt, el poeta Apollinaire. No se conocían aun los antibióticos, se utilizaron toda clase de remedios desde los fármacos conocidos como aspirina hasta los menjunjes más estrambóticos de acuerdo a cada región. Pastillas de alcanfor, laxantes, sales de quinina, aceite alcanforado, salipirina; circulaban “recetas” de un trago de bicarbonato, tomar agua con limón cada 15 minutos, una yema de huevo en un vaso de champaña. Aparecen publicidades de jarabes como el Rhumol para despejar las vías respiratorias, o un remedio milagroso producido por un médico italiano, un médico rumano o un médico hindú, entre más exótico “el médico”, mejor. Las misas, las procesiones dedicadas a los santos patronos de pueblos y ciudades que se les ruega acaben con el mal que se expande rápidamente.
Tampoco se conocían los fundamentos de fisiología respiratoria y el uso de ventiladores mecánicos, no se tenía la noción de las Unidades de Cuidados Intensivos, ni los especialistas en neumología, intensivismo y terapia inhalatoria.
Mueren por la epidemia Santa Jacinta y San Francisco Marto, los pastorcillos “videntes” de la Virgen de Fátima en Portugal. Después, conocerían tres “oleadas” de la Gripe Española: la primera llamada “de primavera” de abril a agosto 1918, con una alta morbilidad pero pocos muertos. Los soldados británicos la bautizan Three day fever, ya que casi todos sanan después de tres días febriles. La segunda ola “de otoño”, la más virulenta, causada por una mutación del virus, va de octubre a diciembre 1918, cuando ya casi termina la guerra, y la última ola, la “de invierno”, va de enero a marzo 1919, cuando ya los ejércitos han regresado a casa. La gripe desaparece en el verano de 1919.
La mortandad es espantosa, estiman que sólo en India hubo 18,5 millones de muertos, en China 4 a 9 millones; en Europa occidental 2,3 y en Estados Unidos 500 a 700 mil, en México 400 mil. Por su parte el Instituto Pasteur, avanza la cifra de 20 a 50 millones de muertos. Y hay otros que cifran el número de víctimas hasta en 100 millones. España, el país que cedió el nombre al mal “solo” hubo 250 mil muertos, el 22 de mayo de 1918,
Es decir, muere entre el 3 y el 6% de la población mundial. Si trasladáramos estos cálculos a la actualidad, con una población de más de 7.700 millones de habitantes estaríamos hablando de una pandemia que acabaría con la vida de entre 230 y 460 millones de personas.
México en 1918 iniciaba a pasos lentos, la postrevolución con una nueva Constitución, Carranza se mantiene a duras penas en el poder, hay asonadas, levantamientos, insurrecciones en todo el país; en Rusia asesinan al Zar y a toda su familia, Alemania pierde la guerra; Max Planck gana el Nobel de Física, James Joyce publica “Exiliados” y en Sudáfrica nace Nelson Mandela.